![[Imagen de de L. Ronald Hubbard]](Img/Pg04_1.jpg)
e estado ocupado en un estudio de las aplicaciones de la tecnología al analfabetismo y a poblaciones analfabetas o semialfabetizadas”, declaraba
Para aquellos que todavía no están familiarizados con las obras de L. Ronald Hubbard, vamos a empezar con la exposición de algunos hechos igualmente simples: como fundador de Dianética y Cienciología, ha recibido un amplio reconocimiento de muchos sectores, pues basándose en las verdades centrales de estas dos materias, ha proporcionado soluciones a una amplia variedad de graves problemas. Los métodos de LRH para la rehabilitación de toxicómanos, por ejemplo, se reconocen en general como los únicos de mayor éxito ampliamente, y se emplean en la actualidad en centenares de centros de rehabilitación a nivel internacional. De la misma manera, los métodos de LRH para la rehabilitación de criminales se describen con frecuencia como los más eficaces del mundo, y en la actualidad se utilizan en unos trescientos centros penitenciarios en Europa, América, Australia y Nueva Zelanda. Además está todo lo que el nombre de L. Ronald Hubbard significa con respecto al resurgimiento moral, la revitalización de las artes, los métodos administrativos sensatos y equitativos y por medio de Scientology en sí, la realización de nuestros sueños espirituales más significativos.
Sin embargo, cuando hablamos de lo que L. Ronald Hubbard ha aportado al campo de la educación, estamos refiriéndonos a un compromiso muy especial. Pues además de fundar Dianética y Cienciología, es también uno de los autores más leídos de todos los tiempos; y fue con su amor a las palabras, que sólo los más grandes escritores poseen, que se ocupó de la crisis del analfabetismo.
“ La incapacidad de leer,” señalaba en 1978 “,se ha extendido muchísimo más y es muchísimo peor de lo que nadie haya imaginado”.
Como veremos, estaba en lo cierto. Pero incluso tomando en consideración la cifra mínima generalmente admitida, de veinte millones de estadounidenses con analfabetismo funcional, no cabe duda de que el problema es grave. Para mencionar algunos de los datos más preocupantes: alrededor del trece por ciento de todos los adolescentes estadounidenses (y más del cuarenta por ciento de todos los que aún no lo son) son incapaces de leer un periódico. Una cifra cercana a los cuarenta y cuatro millones de americanos adultos no pueden leer la advertencia contra el veneno en un envase de pesticida, y sólo uno de cada cuatro jóvenes, hombres y mujeres, que se incorporan a las fuerzas armadas estadounidenses, puede entender a los instructores de medidas de seguridad en relación al armamento del gobierno. A pesar de los trescientos mil millones de dólares que se destinan actualmente a gastos de educación –y la proporción de un profesor por cada treinta y cinco alumnos–, las aptitudes en lectura, escritura y matemáticas de los escolares americanos continúan en un rápido descenso. De hecho, desde mediados de la década de los sesenta, las habilidades básicas que supuestamente se impartían en cada aula, han descendido a lo que se ha descrito recientemente como un "prolongado declive en gran escala y sin precedente histórico". El resultado: una evaluación internacional del desempeño general de los estudiantes, clasificó a los alumnos estadounidenses, invariablemente, en el último lugar entre las principales naciones industrializadas. O incluso de una manera aún más precisa: aunque los gastos per cápita de Estados Unidos en educación, superan a los de casi todos los países desarrollados, los estudiantes estadounidenses de hecho son jugadores en una liga tercermundista (aproximadamente a la altura de Nigeria). De ahí comentarios como los de Frederick Close, Director de Educación en el Ethics Resources Center (Centro de Recursos para la Ética): "La tragedia fundamental de la educación norteamericana no es que estemos produciendo verdaderos ignorantes, sino que estamos produciendo salvajes". Y para que no se imaginen que la frase es puramente metafórica, más de cien mil estudiantes se niegan a entrar a los recintos escolares sin una pistola.
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